sábado, 24 de mayo de 2014

Ellos murieron por tí

Caracas, 01 de abril de 2014





No siempre se encuentran las  palabras correctas, las precisas para hablar de temas difíciles. Cuando los hechos nos sobrepasan evitas hablar de ellos, evitas pensarlos, hablarlos y hasta soñarlos. Los sueños se convierten en pesadillas que ilustran claramente lo que vivimos en el afuera.

Cuando se trata de la muerte es aún más complicado. Más aún cuando son muertes que jamás debieron ocurrir, cuando la injusticia es quien ejerce la mano aleccionadora, quien controla los movimientos de lo cotidiano.

Ese domingo nos sorprendió con este mensaje: Murió por ti. Fotos de decenas de chicos asesinados o “caídos” durante las protestas, estaban colgadas en los árboles, pegadas en los postes. La protesta se apoderó de la estética del lugar, era imposible no verlos.

Mi pequeña venía conmigo en el carro. En el camino, me pidió que le contara los detalles del día en que nació; ese relato es quizás el más emocionante que puedo contar en mi vida ( y el segundo es el que tiene que ver  con el nacimiento de su hermano) Así iba esa tarde, llena de vida, de recuerdos bonitos, de luz.

Nos detuvimos a buscar en casa de unos amigos un paquete que nos habían enviado mis padres desde Barquisimeto. Hacíamos intercambio, ellos me enviaban champú, que yo no conseguía en Caracas y yo les enviaba unas medicinas que no se consiguen por aquellos parajes.  Mi hija estaba feliz, pensando en que el dibujo que les había hecho a sus abuelos les iba a gustar y que pronto (en su fantasía) los iba a ver de nuevo (la situación del país ha hecho que ya tenga 3 meses sin verlos)

Retornamos al carro y allí, justo al arrancar de regreso a casa me preguntó: Mami, ¿Por qué dice: Murió por ti? Y yo enmudecí, no podía ni titubear, es que ¡no sabía qué responder! Pensé tantas cosas, pero la principal es: No quiero que le tema a las calles. No es justo que a sus escasos 7 años le tenga  temor a las fuerzas de seguridad del Estado. De verdad que no quise, no quiero que  viva con este horrible temor de sentir, que en este país, la vida pende de un hilo. No es justo, no es justo, NO ES JUSTO. Sólo atiné a decir: Se murieron. Y me dijo: Claro mami, eso lo dice allíPero ¿por qué por mí? Y de nuevo yo, en mi afán de alejarla de lo obvio: Quién sabe, capaz tendríamos que preguntarles a quienes pegaron esas fotos.

No sé mi niña.

No sé.

NO SÉ.

Y la verdad es que NO SÉ. No sé cómo enfrentar esa pregunta de por  qué murió por mí esa joven, ese joven, esos jóvenes. NO LO SÉ. No tiene sentido que alguien muera por reclamar lo que considera un derecho y no entiendo cómo todavía no se ha hecho justicia. NO  LO SÉ

Ahora pienso en nuestra conversación de vida, acerca del milagro de verla nacer, de poder hablarlo con ella. Y pienso en cómo dentro de tantas tinieblas que hay en el bosque, mi niña es capaz de hacerme sentir que hay un hermoso sol en todos lados, porque ella me lo regala con su sonrisa.

Justo al volver, recuperamos del piso de la calle, una pancarta que ella había hecho la semana anterior. La habíamos colgado en un árbol aledaño a nuestra casa. Esta pancarta decía: En Venezuela nos gusta ser diferentes. Y tenía dibujado un hermoso arcoíris en el centro. Al regresar a casa, tomó la pancarta de la mesa, la alzó y me dijo: ¿Sabes mami? Yo hice un arcoíris aquí, porque tiene muchos colores y son bonitos y nadie tiene que decir si uno es más bonito que otro, porque TODOS son lindos. Yo quiero que Venezuela sea así.

Y yo también.

Imagen: Gustav Kilmt. El árbol de la vida. Tomado de: http://www.algomasquearte.es/Klimt-El-Arbol-de-la-Vida 

domingo, 11 de mayo de 2014

También hay leopardos

Caracas, 24 de marzo de 2014




Habían sido días tranquilos en el bosque. Aunque sabemos que el lobo está omnipresente y acecha, hemos podido pasear libremente por las veredas, disfrutar de los lindos cielos despejados y el calor del sol. Las calles han estado despobladas, más que de costumbre. Demasiado silencio que hacía sospechar que la paz sería algo temporal. Y así fue, estábamos en casa y comenzaron a escucharse fuertes explosiones, un sonido poco reconocible para quien no ha vivido situaciones bélicas, pero lo suficientemente seguidos, claros y cercanos como para comprender que no eran de celebración.

Los niños jugaban en casa, ese día no era prudente salir. El cielo estaba igual de hermoso, pero el ambiente estaba cargado: de humo, de ruido, de dolor. Los sonidos se prolongaron hasta muy entrada la noche y a pesar de eso,  mis pequeños no hicieron alusión a los sonidos, ni a la necesidad de mamá de mantener todas las ventanas y puertas cerradas. Cuando se tiene un mundo feliz en lo privado, logras desconectarte con relativa facilidad de los horrores externos. No sospecharon que el lobo había vuelto, o por lo menos así lo creí por un momento.

Sin embargo, a la mañana siguiente, otra mañana donde se quedaron en casa sin ver a sus amigos y maestras, mi pequeñín de 3 años se levantó sobresaltado y me preguntó: - ¿Dónde está el leopardo?. Yo le pregunté que a qué leopardo se refería, que no entendía, que seguramente había soñado con ese animal. Me miró y me dijo:- Mami, el leopardo está, está allí, me da miedo, mucho miedo (e hizo movimientos de estremecimiento) Y había un conejito, llindo… Yo lo abracé, me lo llevé. El leopardo hace ruidos,  ruidos. Yo me llevé al conejito. No quiere ver al leopardo.

Después de escuchar su relato, entendí que lo que no se habla,  se sueña, se juega o se actúa. Mi niño había registrado la situación, sabía que algo no estaba bien, sintió mi miedo. Se conectó con mi necesidad de cuidarlo. Quizo cuidar al conejito como yo hice (y hago) con ellos, a ese conejito que es tan parecido a como yo lo siento a él.

Los niños tienen innumerables formas de mostrarnos su mundo interno. A veces, dentro de la confusión, no logramos  descifrar sus mensajes. Pero igual están allí: En los juegos, en los dibujos, en sus acciones y en ese sueño que me demostró que no solamente hay lobos en el bosque. También hay feroces leopardos.



jueves, 1 de mayo de 2014

El lobo está

Caracas, 01 de marzo de 2014

Comenzaba a oscurecer. Todo estaba tranquilo en casa, hasta que mi hija de 7 años me comenta: Acaso tú no te das cuenta que a mí esto me afecta. Que yo se que están incendiando las calles y que hay gente disparando y gente que ha muerto? Al escucharla me quedé sin saber qué decir. Pese a todos nuestros intentos de mantenerla al margen de todo, mi pequeñita (que se ha hecho grande) hábilmente ha atado cabos y tiene una idea clara, bastante clara en realidad, de lo que ocurre detrás de los muros de su hogar.
Entre los trozos de conversaciones que ha escuchado y las imágenes de barricadas que ha visto (las pocas veces que ha salido de la casa) se ha hecho una idea clara que le permite explicar: La razón del encierro en casa, la interrupción de sus actividades escolares y extraescolares.
El lobo está, y teme que se meta en su casa, le haga daño a ella y a su familia. Ya días atrás la había notado un poco preocupada  por mi seguridad y la de su papá cuando salíamos a la calle. Me decía: ¿Te puedo llamar por teléfono? Por si pasa algo. Y durante las noches, expresaba de manera persistente su necesidad de dormir con nosotros. Miedos ya vencidos reaparecieron. Antiguos enemigos imaginarios, que habían sido derrotados estaban de vuelta, asaltando su psique, como una representación de aquello que papá y mamá también temen, pero que poco verbalizan. La noche, reina de todos los fantasmas, se apoderó de sus sueños y comenzaron algunas pesadillas de persecución, de peligros que debían vencer ella y su familia. Así es, ella y su familia, todos juntos: Porque son lo único con lo que cuenta.
Me asombró escuchar su nivel de comprensión acerca de lo que ocurre: ¿Intuición?, ¿perspicacia? A veces subestimamos la capacidad de los niños/as para tomar elementos de la realidad y jugar a los rompecabezas con ellos. Esa tarea es un juego más y lo lúdico es su especialidad. Su capacidad creativa es infinita, así como su amor y deseos de ser protegidos y proteger a los seres que aman.
Después de su relato una conversación ayudó a tranquilizarla, pero no fue suficiente. Hizo falta el abrazo, el beso, el estar allí con ella y asegurarle que pese a todos los peligros que podamos enfrentar, somos una familia que se ama, que está unida. Su papá y su mamá harán todo lo que esté a su alcance para cuidarla a ella y a su hermanito. Nada es más importante en la vida para nosotros que protegerlos: Saber que estarán “a salvo”.
También hizo falta hablar de las medidas que tomamos nosotros, como adultos, para cuidarnos en la calle y poner un poco de orden en sus fantasías de destrucción absoluta. Ella sentía que todo iba a quedar debastado. Hubo que mostrarle una parte de la realidad, que entendiera que si bien hay caos y desmesura en la ciudad, también hay espacios donde aún se puede circular con relativa seguridad, que nosotros vamos a estar bien.
Hubo que complementar toda la conversación con un dibujo, donde los lobos tomaron forma, nombre y lugar. Estaban muy cerca de ella y de su familia. Fue importante hablar del dibujo, de los personajes y de lo que allí había. Además de describirlo, que pudiese hablar de lo que sentían esas personas y qué podían hacer para salir de esa situación. Me dijo: Déjame dibujar lo que sigue, yo sé que es tarde, pero quiero contarte como termina. Y sí que hizo falta, ambas necesitábamos saber el desenlace, encontrar algún tipo de respuesta ante tanta incertidumbre. Nos urgía construir a través de la fantasía algún futuro y, a la vez, idear acciones que nos permitiesen afrontar el miedo a esos lobos. El miedo si es muy grande paraliza, pero también puede ser un importante movilizador de estrategias de afrontamiento. Hacia allá se movió mi niña, hacia esa dirección ME movió mi bella niña.
Y la conversación no terminó allí. Me pidió continuar el día siguiente, quería seguir haciendo otras cosas para ella sentirse mejor. Sentirse mejor ella y sentirme mejor yo. Ambas, en esta hermosa experiencia que me regaló, pudimos emprender la aventura de luchar contra esos lobos. Esos lobos que nos atormentan e invaden esos espacios que tanto amamos y que sentimos seguros.
Buenas noches mami, ya estoy tranquila. Me voy a dormir que mañana voy al colegio. Cántame lararú (el arruyo que les canto antes de dormir)
Cerró sus ojitos, pudo dormir sola. Hoy vencimos a los lobos.
* Imágen: Uns somnis compartits, de La Caputxeta i el llop -il·lustració de Rossana Bossú- Tomado de: http://bibliocolors.blogspot.com/2011/01/caputxeta-roja-illustrada-caperucita.html

Juguemos en el bosque mientras el lobo no está

Caracas, 25 de febrero de 2014



Ayer en la noche mi esposo y yo compartíamos impresiones de lo que sucedía en el país mientras mis hijos jugaban en la sala. Al salir me encuentro con una escena en la sala y así con una imagen donde están muchos muñequitos (Little People) reunidos y un camión de la “Agencia de Detección de Niños” (de la película Monster Inc de Disney) detrás de ellos. Me llamó la atención y le pido a mi hija de 7 años que me explique la escena: “Mami, estos son unos niños que se quieren ir de viaje, quieren jugar, pero hay unos señores malos que los quieren atrapar, se los quieren llevar. Ellos están escapando, pero no saben adónde ir”. Le pregunto que para donde se los van a llevar y me dice: “No sé, ellos son malos, los niños saben que están en peligro y por eso tienen que escapar”. Mientras escuchaba recordé a Esther Aznar (psicoanalista infantil) quien desde hace mucho tiempo ha hablado de la presencia de los “lobos” en los dibujos infantiles, tal como ocurre en dibujos de niños que han estado en situaciones de guerra.
Hace diez años era una joven licenciada en psicología, tenía todo el ímpetu y la gallardía de alguien que quiere transformar el mundo. Cito ese momento porque coincide con la protestas del 2003 en Venezuela, país en el que resido, donde también hubo una crisis social similar a la que está ocurriendo actualmente en el país y nos tocó involucrarnos a muchos colegas amigos y a mí. En la actualidad sigo siendo psicóloga, con más experiencia, más viejita y con un añadido importantísimo: Soy mamá. Mi rol, definitivamente ha cambiado.
He sentido ganas imperiosas de salir a protestar, de reclamar mis derechos pero: ¿Quién cuida a mis hijos si yo no lo hago? ¿Qué pasaría si por algún motivo a mí me ocurre algo? Así, el miedo a perderlos, a dejarlos desamparados me ha invadido. Creo que hay que saber delimitar tus rangos de acción en diferentes momentos de la historia. Así como también hay que saber el lugar que los niños(as) ocupan y no involucrarlos en las protestas colectivas.
Con el juego mis hijos me lo dijeron todo: Están asustados, saben, perciben lo que está pasando y tratan de elaborarlo. Simbólicamente corren peligro y necesitan desencadenar mecanismos psíquicos para “escapar” de esa amenaza. Para escapar del lobo, porque igual necesitan jugar, mientras no esté el lobo.
Mi posición hace 10 años también era más polarizada, de todo o nada, nosotros o ellos, odio o amor, los absolutos y verdades tomaban mi visión de la Venezuela de aquel momento. Después de todos estos años y con la mirada que da la maternidad, me cuesta no pensar que, así como temo por mis hijos, deben haber otras madres y padres que están como yo, planteándose otra salida diferente a la violencia, a la desaparición de unos para que “existan” otros. Necesito pensar que podemos incluirnos todos en la construcción de algo bonito, porque eso es lo que quiero que mis hijos vivan en el futuro cercano. Cada día trato de transmitirles esa idea, que en la vida las diferencias nos hacen grandes y las divisiones nos empobrecen, evitan que conozcamos las cosas de manera compleja y enriquecida. Somos un arcoiris, el arcoiris no sería tan hermoso si tuviese un solo color.
En esta oportunidad me ha tocado entender que a pesar de mis miedos debo tratar de sobreponerme a ellos y mostrar tranquilidad en mi casa, tratar de mantener sus rutinas (comer, dormir, bañarse, hacer algunas actividades escolares), un orden. El caos no puede apoderarse de mis espacios privados, los niños recienten eso, les hace daño y necesitan que los adultos hagamos esfuerzos (a veces sobrehumanos) para que ellos se sientan seguros y a salvo, que los podemos cuidar. Pero a su vez, está el otro dilema, debo explicarles con palabras muy sencillas lo que ocurre, a su nivel por supuesto. Que entiendan qué es un conflicto social, el legítimo derecho que tiene la gente a protestar, a reclamar sus derechos cuando el Estado no los respeta, que entiendan que cuando decidimos que se queden en casa no es porque estamos de “vacaciones”, es por razones de seguridad.
Si hay algo que me ha quedado de todos estos años, es que el trabajo más importante que nos toca hacer como padres, es el trabajo del día a día, poder transmitirles a nuestros hijos, en verbo y acto, los valores de democracia y justicia. Generar espacios de discusión y diálogo donde se puedan intercambiar ideas, que los puntos de vistas diferentes sean valorados e incluidos en la discusión. Evitar el abuso del poder como padres, respetando sus diferencias, comprendiendo su nivel de desarrollo cognitivo, socioemocional. Luchar por ser una figura de autoridad responsable, respetuosa y reflexiva que dando orden y fijando límites logre generar espacios donde nuestros hijos puedan crecer sintiendo que pueden participar en la construcción del espacio familiar. Hay que saber que el “lobo” puede meterse en casa, es posible que ya esté adentro: Nuestro lobo, el lobo de la incomprensión, de la intolerancia, del irrespeto; quizás ese es el lobo a quién primero tenemos que tratar de domesticar y conocer antes de pedírselo a nuestros hijos.
La democracia se construye desde los hogares, se refuerza en las escuelas y el gobierno debe garantizar que se mantenga para el colectivo. En varias historias de personas que han atravesado conflictos sociales, incluso peores que el nuestro, se reporta que los factores que más contribuyeron para proteger a los niños(as) física y emocionalmente de las acciones represivas del Estado y de la ideologización, fueron los padres y madres desde el hogar.
La democracia comienza desde la familia y democracia no es igual a libertinaje, ni permisividad. Comencemos por construir espacios de escucha, amor y reflexión en nuestro hogar, siendo coherentes con lo que profesamos y aportemos, desde nuestro rol, el granito necesario para construir a largo plazo un mejor espacio común. Dancemos con nuestros lobos, sepamos qué hay dentro de ellos, démosle voz. Si sabemos cómo son y qué pretenden, lograremos reconocer mejor a otros (lobos) que están en el exterior.
Publicado en: http://mischiquiticos.com/busqueda/juguemos+en+el+bosque
 Hansel y Gretel

Nuestro bosque es hermoso. Pero un día se tornó peligroso, amezante: El lobo acecha, cada vez más cerca. A pesar de eso, queremos seguir jugando: Jugando en nuestro amado bosque.

Este blog surge como un esfuerzo por elaborar y mostrar mi punto de vista acerca de la situación de conflicto político actual. Intento hacer una mirada que combine mi rol de mamá y psicóloga,  que como una ciudadana más, siente que poco a poco le arrebatan a ella y a su familia los espacios para compartir y disfrutar del bosque. De ese bosque que a pesar de sus sombras aún tiene tanto por ofrecer. Tanto por ser soñado.

Bienvenidos a mi bosque: Caracas/ Venezuela.

Nuestro bosque
 Hansel y Gretel

Nuestro bosque es hermoso. Pero un día se tornó peligroso, amezante: El lobo acecha, cada vez más cerca. A pesar de eso, queremos seguir jugando: Jugando en nuestro amado bosque.

Este blog surge como un esfuerzo por elaborar y mostrar mi punto de vista acerca de la situación de conflicto político actual. Intento hacer una mirada que combine mi rol de mamá y psicóloga,  que como una ciudadana más, siente que poco a poco le arrebatan a ella y a su familia los espacios para compartir y disfrutar del bosque. De ese bosque que a pesar de sus sombras aún tiene tanto por ofrecer. Tanto por ser soñado.

Bienvenidos a mi bosque: Caracas/ Venezuela.

Nuestro bosque