domingo, 11 de mayo de 2014

También hay leopardos

Caracas, 24 de marzo de 2014




Habían sido días tranquilos en el bosque. Aunque sabemos que el lobo está omnipresente y acecha, hemos podido pasear libremente por las veredas, disfrutar de los lindos cielos despejados y el calor del sol. Las calles han estado despobladas, más que de costumbre. Demasiado silencio que hacía sospechar que la paz sería algo temporal. Y así fue, estábamos en casa y comenzaron a escucharse fuertes explosiones, un sonido poco reconocible para quien no ha vivido situaciones bélicas, pero lo suficientemente seguidos, claros y cercanos como para comprender que no eran de celebración.

Los niños jugaban en casa, ese día no era prudente salir. El cielo estaba igual de hermoso, pero el ambiente estaba cargado: de humo, de ruido, de dolor. Los sonidos se prolongaron hasta muy entrada la noche y a pesar de eso,  mis pequeños no hicieron alusión a los sonidos, ni a la necesidad de mamá de mantener todas las ventanas y puertas cerradas. Cuando se tiene un mundo feliz en lo privado, logras desconectarte con relativa facilidad de los horrores externos. No sospecharon que el lobo había vuelto, o por lo menos así lo creí por un momento.

Sin embargo, a la mañana siguiente, otra mañana donde se quedaron en casa sin ver a sus amigos y maestras, mi pequeñín de 3 años se levantó sobresaltado y me preguntó: - ¿Dónde está el leopardo?. Yo le pregunté que a qué leopardo se refería, que no entendía, que seguramente había soñado con ese animal. Me miró y me dijo:- Mami, el leopardo está, está allí, me da miedo, mucho miedo (e hizo movimientos de estremecimiento) Y había un conejito, llindo… Yo lo abracé, me lo llevé. El leopardo hace ruidos,  ruidos. Yo me llevé al conejito. No quiere ver al leopardo.

Después de escuchar su relato, entendí que lo que no se habla,  se sueña, se juega o se actúa. Mi niño había registrado la situación, sabía que algo no estaba bien, sintió mi miedo. Se conectó con mi necesidad de cuidarlo. Quizo cuidar al conejito como yo hice (y hago) con ellos, a ese conejito que es tan parecido a como yo lo siento a él.

Los niños tienen innumerables formas de mostrarnos su mundo interno. A veces, dentro de la confusión, no logramos  descifrar sus mensajes. Pero igual están allí: En los juegos, en los dibujos, en sus acciones y en ese sueño que me demostró que no solamente hay lobos en el bosque. También hay feroces leopardos.



1 comentario:

  1. Excelente, Ale. Me estremeció a mi también lo que sintió Pablito. Que duro y fuerte este tiempo que les ha tocado vivir!!! DTB

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