Si algo he aprendido al separarme de mi país (Venezuela), es que por más desolador que me parezca un relato, nunca llegará a ser lo suficientemente cercano a la realidad. El artículo que motiva la publicación de este post, logra reflejar con bastante precisión esta sensación. Ya en septiembre, hubo un artículo escrito por Ysayen Herrera quien relataba el incremento de medidas de protección otorgadas por los Consejos de protección, en la zona metropolitana, a niños desnutridos. Todo ello, como respuesta a la incapacidad de sus familias de hacerse cargo de ellos, de poder suministrarles lo mínimo necesario para poder vivir: La comida. Esto ya de por si resultaba un serio indicador de los estragos que estaba causando la crisis económica del país en las familias. En este sentido expresaba:
La decisión de desmembrar familias de forma temporal se toma para garantizar que los niños coman, duerman en mejores condiciones y cese la vulneración del derecho a una vida adecuada que establece la Ley Orgánica del Niño, Niña y Adolescente en el artículo 30. Este año este es el derecho más violentado que consta en las actas cuando se dictan las medidas de abrigo.
Valga acotar, que la dificultad para acceder a los alimentos no solo afecta a las familias, también toca a las Organizaciones que se encargan de atender a los niños (incluyendo a las escuelas) En febrero del año pasado, en un artículo publicado en la revista SIC, se expresaba la preocupación de las Casas Hogares por las dificultades que presentaban para poder adquirir alimentos. Es decir, quizás el remedio sea peor que la enfermedad... Es el caso de la serpiente que se muerde la cola y que si bien los Consejos de Protección deben garantizar el bienestar de los niños, el problema no queda resuesto a partir de estas medidas. Sin duda, el escenario no resulta para nada alentador.
Seis meses después, el tema se retoma a partir de un artículo que refleja los datos levantados por Cecodap. Esta organización en su afán de proteger los derechos de niños, niñas y adolescentes, no cesa en su empeño de reflejar la realidad que los aqueja. Por esto es preocupante que uno de sus voceros y fundadores Fernando Pereira Verano exponga que:
En sus 32 años de trabajo por el buen trato de los niños, esta es la primera vez que el Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap) se enfrenta a la comida como un motivo de conflicto en el hogar, en la familia y en la escuela
Las dimensiones que este problema refleja son gigantescas. Pienso en quienes deben atender esos casos, en la dificultad para encontrar víctimas y victimarios, en los retos que suponen estos escenarios de precariedad para la práctica en la defensa de los derechos. La realidad es demasiado compleja como para emitir juicios y por más dolorosas que sean las escenas de violencia descritas, al final, en esas historias todos son víctimas.
Para mí está claro, la responsabilidad recae en el Estado, quien en su afán de mantenerse en el poder no le importa llevarse por delante a nadie.
Por aquí les dejo el artículo:
“Tenía hambre y era lo único que había”; maltratan a niños por la falta de comida
“Tenía hambre“, es todo lo que normalmente alcanzan a
decir los niños entre lágrimas. Impotente, a la madre se le quiebra la
voz con solo contar el episodio. En un arranque de desesperación, la
progenitora quiso hacer entender al pequeño, con un castigo, la
dimensión de la crisis y las horas de trabajo que pasó para comprar la leche de su hermano menor. Inmediatamente, se arrepintió de haberle quemado la mejilla y la mano a su hijo con una cuchara caliente.
Ese fue solo uno de los casos que ha atendido Angeyeimar Gil como consejera de Protección del Niño y el Adolescente del municipio Sucre. Uno que se suma a la lista de episodios de maltrato infantil en torno al desabastecimiento de alimentos.
“No era una mamá que violentara al niño de forma constante”, explicó
la trabajadora social. “Explicó que, para ella, comprarle la leche
a su bebé recién nacido era muy complicado. Compraba bachaqueado y
mucho más costoso y dijo que esa fue la forma que encontró para que el
niño entendiera que no podía hacer eso otra vez”.
Los casos de maltrato por falta de comida se han vuelto cada vez más frecuentes en el Consejo de Protección del Niño y el Adolescente
del municipio Sucre. Anteriormente, recuerda Gil, recibía, en promedio,
dos casos al año. Una de sus compañeras relata que ha visto tres casos
en las últimas tres semanas.
“Uno de los casos era el de un niño al que le quemaron las manitos en un budare porque se comió el azúcar. Tenía hambre
y eso era lo único que había”, contó Gil. Explicó que las quemaduras
son muy comunes entre los padres para castigar cuando se producen este
tipo de conflictos; no obstante, añadió que en algunos casos los niños
también reciben palizas que acaban por dejarles marcas en el cuerpo.
En sus 32 años de trabajo por el buen trato de los niños, esta es la primera vez que el Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap) se enfrenta a la comida como un motivo de conflicto en el hogar, en la familia y en la escuela. Por esta razón, incluyeron por primera vez en su informe de monitoreo a los medios la falta de alimentos como causa de maltrato infantil.
“El Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes de Iribarren ha recibido en el último trimestre 25 casos de maltrato por falta de alimento
en hogares, informó Francis Pérez, coordinadora del ente”, señala el
informe. Pedir comida, comer porciones más grandes o comerse lo que le
toca a otro miembro familiar ha detonado conflictos en los hogares.
Fernando Pereira, coordinador de Cecodap, explicó que el clima de crispación y de tensión que se atraviesa por la escasez de alimentos y el alto costo de la vida inciden en que haya más casos de maltratos de este tipo. “Para nadie es un secreto que la comida es un motivo de preocupación en estos momentos. Nadie sabe cómo conseguirla, dónde conseguirla ni si va a alcanzar”, dijo.
Uno de los casos que no se le borra de la cabeza a Carla
Villamediana, quien recopiló las publicaciones de maltrato en el reporte
de Cecodap, fue el de una mamá que quemó las manos de
sus tres hijos porque los niños agarraron un paquete de Harina PAN para
jugar con sus carritos.
“La señora explicó que había pasado cualquier cantidad de horas haciendo cola
para comprar la harina y los niños la agarraron para hacer una
carretera para sus juguetes. En un momento de desesperación, agarró una
cuchara caliente y les quemó las manos a los niños”, contó.
Pereira recuerda también como un pedazo de pan fue motivo de discordia en una familia. “La mamá pasó horas haciendo una cola
para comprar pan y, cuando llegó a la casa, le dijo a su hijo de siete
años la porción que podía comerse. El niño se comió el doble de lo que
le tocaba y dejó al hermano mayor sin su parte”, dijo. El pequeño
recibió una golpiza y el familiar terminó sintiendo que se le “pasó la
mano” en el arranque de ira.
Estos conflictos no solo se circunscriben a los hogares. En las
escuelas la comida también es un motivo de pelea. El coordinador de Cecodap contó casos en San Félix, en el estado Bolívar, en donde los niños han tenido disputas en torno al alimento.
“Tomó mi desayuno”, “le pedí que me diera un poquito y no quiso” y “me
quitó mi arepa” son solo algunas de las frases que han desatado
enfrentamientos verbales y físicos.
Dependiendo de la gravedad, algunos casos de maltrato infantil terminan siendo denunciados y traen consecuencias legales a los cuidadores, padres o representantes. Aunque la crisis
se siente en la mesa de los venezolanos, Pereira recomienda a los
padres actuar y expresarse de manera más consciente con los niños.
“Al final están actuando como lo haría cualquier niño de esa edad.
Más bien, muchos de nuestros muchachos han tenido que madurar muy
prematuramente por la situación”, explicó el coordinador de Cecodap.
“Estamos en un ejercicio de supervivencia que nos desgasta, pero hay
que expresarnos de forma más consciente. No debería ser normal ni
natural que tengamos que estar disputándonos un pedazo de pan”, agregó.
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