martes, 24 de noviembre de 2015

Apuesta ciudadana

Caracas, 23 de noviembre de 2015

Caperucita Roja
En épocas de lealtades sigo siendo fiel a mis afectos, que más allá de mis emociones personales, aluden a la relación que establezco con las personas con quienes me relaciono en lo público y en lo privado. Quizás porque desde mi infancia, la pauta primordial que me dieron mis padres para analizar ciertas situaciones conflictivas tenía que ver con el modo en que mis acciones podían afectar al Otro y viceversa, y esto pasaba por preguntarme: Cómo se sentirá la otra persona si yo le hago esto? Qué hizo el Otro para que yo me sintiera de cierto modo? 
  
Admito que es una visión un poco simplificada de la dimensión ética del ser humano, pero cuando se trabaja con niños descubres que mientras más concreto sea tu lenguaje, mientras más apegado a su experiencia esté, habrá una mayor posibilidad de que puedan comprender alguna situación y que, posteriormente, puedan generalizar su comprensión a otras experiencias similares. Lo ético y lo político son dimensiones por las que los niños se pasean a diario, aunque los adultos nos empeñemos en excluirlos de este tipo de discusiones. Cuando un niño debe decidir si denunciar u ocultar alguna agresión a la que está siendo sometido un compañero se debate entre exponerse y proteger a su par o retroceder (hacerse el loco) y quedar como cómplice del agresor a partir del momento en que decidió hacer silencio. 

Los silencios en sí mismos, también cobran una dimensión política. Cuando  el silencio ante actos injustos se convierte en el lugar común de una comunidad para manejar la violencia, la convivencia  se mella, se hace pesada. El con-vivir se  configura en una serie de desconfianzas que solo responden a los intereses de protegerse, de sobrevivir. La invisibilidad es un riesgo que vale la pena asumir.

Cuando los niños descubren que con sus acciones son capaces de transformar el espacio público, que con sus acciones logran transformar las relaciones y vidas de los demás, logran involucrarse más con los lugares donde hacen vida. La paz lejos de ser un resultado, un estado de tranquilidad incólume donde todos vivimos en armonía, es un proceso dinámico que se construye a partir de la capacidad de cada uno de nosotros para resolver de manera asertiva los conflictos. Es decir, que podamos resolver conflictos sin hacer uso de la violencia. 

Uno de los modos de evitar las acciones violentas hacia los otros, de resolver de manera asertiva los conflictos, es partir del significado que tienen las personas para nosotros, nuestros compañeros, nuestros amigos, los seres humanos en general. Hace poco estuve en Barquisimeto en un encuentro bastante productivo con padres, madres y profesores. Hablamos de la promoción de una cultura de paz en la escuela. Dentro de las reflexiones realizadas destaca la de una profesora quien narró una experiencia con un alumno de los últimos años de educación diversificada. Luego de tratar por todas las vías disciplinarias de propiciar un cambio en la conducta disruptiva del joven decidieron aventurarse en una estrategia arriesgada. El joven debía pasar el resto de su año escolar colaborando con una docente de preescolar, su función era estar dentro del aula de clase por un periodo determinado apoyando en control grupal y otras responsabilidades. El joven aceptó con renuencia y asistió a su primer día de trabajo con desagrado y para su sorpresa y el de todos los demás, este joven regresó transformado después de ese primer día de trabajo con los niños. En sus palabras “había encontrado a un niño igual a él y quería ayudarlo a cambiar” Y así lo hizo, pero en su afán de “tutorear” a su pupilo, su conducta también se transformó. A partir de la relación con el niño logró hacer una conexión afectiva con sus profesores, con sus padres; logró comprender la hostilidad con la que muchas veces se relacionaba con ellos y con sus compañeros. A este joven el vínculo le dio una oportunidad para repensar algunas experiencias vitales desde una posición diferente. 

En tiempos donde la polarización política induce a simplificar de manera categórica la realidad, tenemos la meta de construir espacios diversos donde los niños con su maravillosa capacidad para ver y tolerar lo plural, se den la oportunidad de pensar (se) en relación con los Otros. Que al final puedan ser leales a sus afectos, a criterios éticos universales donde el conflicto puede ser un aprendizaje para la vida, para ser mejores personas.