Caracas, 20 de agosto
de 2015
Caperucita Roja |
No es novedad que los fenómenos
psicológicos son experimentados de manera diferente según la historia personal,
social y familiar de quien los vive, pero en este caso queda muy claro que, el
acoso escolar que padecen los niños y adolescentes que hacen vida en los
sectores populares, adquiere peculiaridades muy diferentes al que padecen aquellos que se encuentran en
sectores un poco más protegidos de la violencia urbana. Lucio con su ritmo
pausado, me explicaba que en su escuela él no podía defenderse de los agresores,
que debía buscar la compañía de adultos para evitar que los insultos no pasaran
a golpes, cuchilladas o disparos. “A
veces los maestros no saben, pero yo me quedo allí, al lado de ellos, porque a
los malos les da más miedo joderme si yo estoy con un maestro”
Mari, de 9 años, contaba que en
su escuela se pusieron de acuerdo varias niñas para denunciar, en secreto a
otra niña que había llevado una botella partida para matar a otra: “La maestra y la directora le revisaron el
bolso y le encontraron la botella. Por lo menos se salvó de esa” Las
anécdotas de estos niños evocaron los recuerdos de sus compañeros, acerca de
muertes violentas que han padecido o presenciado. Lucio explicó que vio cuando
a su tío le dispararon en la cabeza y cayó ensangrentado en la puerta de su
casa; los demás decidieron desviar la conversación hacia temas relacionados con
atracos, con armas de fuego de los que habían sido víctimas, ellos o sus
familiares.
Todos manifestaban miedo por
escuchar disparos o “tiros” alrededor de sus casas y expresaban su deseo de “asomarse”
a las ventanas para enterarse de lo que
ocurría. Si bien reconocían el riesgo de su deseo y comprendían la prohibición
de sus madres o representantes, sentían que su inquietud por conocer la realidad,
por satisfacer su “curiosidad”, era mayor que la percepción de riesgo: “Somos niños, nos da curiosidad”
La muerte está de la mano, se la
topan en la puerta de su casa y toma el nombre de su tío, su hermano y en casos
más dramáticos de sus padres. Conocen y reconocen armas de fuego: Tipos,
características, proyectiles; la violencia no es algo que los puede alcanzar:
Los alcanzó y hace tiempo.
Y a pesar de eso encuentran
refugios que los rescatan de la naturalización de la miseria y encuentran
cuestionamientos éticos que los invitan elegir la esperanza y la vida por
encima de la muerte. En el cierre de la sesión Lucio expone que la violencia no
es la solución, que jamás le gustaría matar a alguien “mi papá es policía y solo quiere estar en oficina. Dice que el día que
lo saquen a la calle, él se retira de su trabajo… En la calle tiene que
disparar para defenderse, él dice que cuando se mata a alguien todo cambia, hay
algo que te destruye la vida”
Una conversación que comenzó con
un tema micro, se convirtió en macro. El tema de la violencia urbana o la “inseguridad”,
como la llamamos coloquialmente, arropa todas las dimensiones de las vidas de
las familias y de las historias personales de los niños y adolescentes que las
conforman. Son realidades que ni siquiera vale la pena hacer el esfuerzo de
esconder, hablan por sí mismas: Se desbordan y desbordan la psique de nuestros
niños.
Bader Sawaia (2002) psicóloga
social brasilera, desarrolla un concepto de salud que supone mucho más que la
ausencia de enfermedad física y pone de relieve el rol del estado para cubrir
las necesidades de los ciudadanos y el compromiso de la colectividad para
reducir el sufrimiento. Hay competencias del estado que no pueden ser
solucionadas por las personas, sino a través de políticas públicas que son
responsabilidad de los gobiernos.
El caso de la inseguridad es elocuente,
las repercusiones traumáticas que está dejando en la sociedad son incuantificables
y con consecuencias que ya estamos observando. Tal como expresa esta autora en
dos principios básicos para considerar la salud desde una perspectiva
ético-política (Sawaia, 2002 cp. Montero, 2012) :
1. “Vivir no es solo sobrevivir”,
pues las personas al lado del techo y el alimento necesitan la libertad, la
felicidad, la creatividad y el disfrute de la belleza.
2. La transformación social no
se reduce a derrocar un tirano. Requiere acciones diferentes, mas dirigidas a
combatir las relaciones de servidumbre.
El bienestar psicológico parte de
establecer relaciones sanas, proactivas, basadas en la cooperación y en
condiciones igualitarias de poder. La violencia es contraria a las premisas
necesarias para el desarrollo de niños y adolescentes sanos. Si bien las
familias y escuelas son elementos que pueden constituir factores protectores y
amortiguadores de los efectos de la violencia, hay un gran monto que es
responsabilidad de un sistema macro que ha sido incapaz de ofrecer un ambiente
de seguridad (de todo tipo) a sus ciudadanos.
Lucio, Mari y los otros niños son
víctimas a su vez de una violencia más grande: La pobreza, que es una forma de
exclusión psicosocial. Darles voz es una forma de incluirlos dentro de un
discurso generador de memoria y significados colectivos, que suelen estar
armados por quienes tienen los altavoces del poder. Ellos con sus voces
transformaron el abordaje que he venido haciendo del fenómeno de la violencia
escolar, sus voces le han dado forma a nuevas maneras de construir una realidad
silente. Silente no por estar oculta, sino por no ser mirada (o por no querer ser vista)
Yo fui a hablar de violencia… Y
eso hicieron.
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